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Vistas de los Volcanes de Cumbal y Chiles. Comisión Corográfica de Colombia. Siglo XIX. |
Espera el ilusionado
señales de lo que
sueña,
más el cielo no le
enseña
a timar al ruin malvado
—de respiro constipado—
genio que se le traspasa.
Demonio de faz traviesa,
solo tienta al iracundo
espíritu nauseabundo
de la impaciente pobreza.
Materia que no es hambruna.
Hambruna que sin fortuna,
ahoga en heridas serias,
al que esperando, paria,
despojado de su agencia,
reduce toda su esencia
a la respuesta de otro.
Nefando y perpetuo monstruo,
toda palabra silencia.
Silencia el que no responde;
silencia el que sólo espera
la más acuciante era
de la duda que sorprende,
o martiriza y prescinde
del sincero afecto vivo
del amante que, percibo,
quizá es que nada desea.
Bienaventurado sea,
Pues se va con ego altivo.
Altivo es el que somete
al otro al lugar de atrás.
Precipita en un matraz
los restos de amor soquete,
cerrando los torniquetes.
Recíproco amor, marcháse,
Segundo lugar, tornáse.
Y en relación desigual,
digna de un macehual,
de amargo mezcal, llénase.
Llénase Rafael de orgullo,
y antepone a la ansiedad
la experiencia de su edad,
evitando al Perogrullo.
Cambia el silencio en arrullo,
sin perder su dignidad
susceptible a veleidad.
El hombre lidia impaciente,
hijo de Lidia y doliente,
vivencia la alteridad.
Rafael Nieto-Bello, mayo de 2021
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